Los terremotos han causado numerables pérdidas humanas y materiales a lo largo de la historia pero las ondas sísmicas que viajan por el interior de la tierra dejan una huella muy importante para el conocimiento de nuestro planeta. Cuando ocurre un terremoto, en dependencia de su magnitud, sus ondas se registran por un gran número de estaciones sismológicas. Por ejemplo, un terremoto de magnitud 7 se registra con gran claridad por todas las estaciones sismológicas de todo el mundo. En cada estación se puede determinar el tiempo de llegada de la onda sísmica y por consiguiente la duración del recorrido o tiempo de viaje entre el epicentro y la estación.
Así quedó demostrado que los tiempos de viaje de las ondas sísmicas entre el epicentro y cada una de las estaciones no solo difieren por las distancias entre estación-epicentro, sino también por las estructuras internas de la tierra que dichas ondas atraviesan durante su trayectoria.
Las velocidades de las ondas sísmicas dependen de la composición mineralógica de la tierra. Los materiales más densos experimentan mayor velocidad que los materiales más ligeros. Por lo que en general las ondas sísmicas aumentan su velocidad a medida que penetran una mayor profundidad. Se supone que el 70% del hierro que existe en nuestro planeta se encuentra en el núcleo terrestre. Tomando como principio que las ondas sísmicas al viajar por el interior de la tierra pueden reflejarse o refractarse en las interfaces de capas o cambios de composición mineralógica, entonces se puede determinar a qué profundidad se encuentran dichas capas.